Libres y empoderadas

Libres y empoderadas

miércoles, 12 de octubre de 2016

12 de Octubre: mujeres y colonización.

Debido a la fecha en la que estamos, hemos decidido dejar a un lado los mitos sobre la Violencia de Género y hablar sobre esto. 12 de octubre, “nuestra” Fiesta Nacional, también conocido como Día de la Hispanidad, y anteriormente como “Día de la Raza”.
 Y lo celebramos en este día porque es supuestamente cuando Cristóbal Colón “descubrió América”. Así nos lo cuentan nuestros libros de historia, fue cuando comenzó ese supuesto proceso inocente y bienintencionado en el que se le llevaba la cultura, la religión, los buenos modos a las gentes “salvajes” que allí habitaban.
Entendemos descubrimiento como el encuentro o hallazgo de lo desconocido u oculto hasta el momento. Curiosa palabra para referirse a un continente entero, en el que ya habitaban gentes, había desarrolladas formas de vivir y de relacionarse, comunidades enteras establecidas. Pero no nuestros modos, no nuestras gentes ni nuestras comunidades. Así que les negamos la existencia anterior a nuestra intervención. Intervención, por no decir saqueo, invasión, etnocidio.

Mujeres lenguas en su toldería.

Alguna de las personas presentes puede preguntarse qué tiene que ver todo esto con el terrorismo machista. Pues bien, lo primero es que Mujeres Libres de Guadalajara es una asamblea feminista que analiza y tiene en cuenta la interseccionalidad, e igual que no podemos obviar la opresión de clase, no lo haremos con la de raza o la de etnia. Hay que tener en cuenta la violencia machista vivida específicamente por las mujeres indígenas o las racializadas.
Y, además, como en, podría decirse, la totalidad de episodios violentos o bélicos, las mujeres son instrumentalizadas, utilizadas para conseguir el poder sobre el supuesto enemigo.

Machis Mapuche, 1900.

Hay un episodio real del proceso de colonización, que puede ayudarnos a entender el papel de las mujeres indígenas en este. El fortín de Arauco, en Chile, estaba sitiado por aquellos a los que llamaron indios, sin agua ni comida, pero el capitán colonial Lorenzo Bernal se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó: 

—¡Nosotros seremos cada vez más! 

—¿Con qué mujeres? -preguntó el jefe indio. 

—Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros amos. 

Mujeres violadas, instrumentalizadas, como esclavas y suministradoras de mano de obra al servicio del colonialismo. Mujeres indígenas esterilizadas y asesinadas para evitar que se incrementaran las líneas de la resistencia. Y esto no es otra cosa que violencia de género estructural, dentro de todos los tipos de violencia que se dieron durante la colonización de América, la específica sufrida porlas mujeres.
Así que nos encontramos hoy aquí para decir que no tenemos nada que celebrar, que no vamos a justificar ni olvidar los horrores del proceso colonial en América, que a día de hoy sigue presente, y no podrá empezar a dejar de ser así si no revisamos aquello que justificamos de horrores de guerra, cuando más que de guerra deberíamos hablar de genocidio, expolio y saqueo de un lado, y resistencia y autodefensa del otro. Porque la vergüenza no se celebra, la esclavitud no se honra.

Esclavos e indígenas en América.

Estamos aquí por un feminismo internacionalista, que tenga en cuenta el pasado, para construir un futuro conjunto, donde no se invisibilice ningún tipo de violencia de género y apartemos los modos coloniales de nuestras vidas. Porque ni la tierra ni las mujeres somos un territorio de conquista.
Porque no tenemos nada que celebrar, pero sí muchas hermanas que rememorar.


Nos tocan a una, respondemos todas.

viernes, 10 de junio de 2016

MITOS SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO. III. EL CICLO DE LA VIOLENCIA.


A menudo nos preguntamos cómo es posible que las mujeres víctimas de violencia no dejen a su agresor o retiren denuncias ya interpuestas. Estas mujeres están sometidas a un ciclo que se repite constantemente. A pesar de que tendemos a imaginar una dinámica en la que las agresiones son constantes (y físicas), en realidad ellas  no son agredidas TODO el tiempo ni de la misma manera, sino que existen fases para la agresión, que tienen variada duración y diferentes manifestaciones.

El ciclo de la violencia tiene tres fases:

1.       Acumulación (aumento) de la tensión

2.       Agresión

3.       Luna de miel: arrepentimiento y comportamiento cariñoso.

Estas etapas se repiten una y otra vez, disminuyendo el tiempo entre una y otra.                      

I FASE - Acumulación (o aumento) de la tensión. Existen agresiones como gritos, peleas pequeñas, fáciles de justificar y que no ponen aún en riesgo la vida de la víctima. El hombre comienza a enfadarse por cosas insignificantes; busca cualquier excusa para justificar su irritación y todo le molesta. Las víctimas interiorizan el discurso del agresor y se culpan a sí mismas del enfado de su compañero, o lo atribuyen al estrés o factores externos; piensan que lograrán detener o reducir la conducta agresiva del agresor. Se va generando en esta fase una relación de dependencia y la actitud del agresor va mermando la autoestima de la mujer. Es común también que la mujer vaya quedando aislada socialmente aumentando la dependencia y la indefensión. Esta actitud de aceptación refuerza el hecho de que el agresor no se sienta responsable por su comportamiento, a la vez que la sociedad, con diferentes mensajes, también aprueba este derecho que el hombre cree tener.

II FASE Incidente agudo de agresión 

Esta segunda etapa se caracteriza por una descarga incontrolable de la violencia, ésta puede ser física o psicológica (golpes, lanzar objetos, golpear puertas, insultos, zarandeos, inmovilizar a la mujer contra una pared,...); la ira del agresor parece fuera de control, pero su objetivo es claro: infundir pánico en su pareja.  Es en este momento cuando se producen las agresiones físicas de gravedad, que pueden terminar en asesinato. Los agresores generalmente culpan a las esposas/compañeras, sin embargo, ellos tienen control sobre su comportamiento violento y lo descargan selectivamente sobre sus parejas. Por lo tanto, el agresor es el único que puede detener este episodio. La mujer puede reaccionar entonces de muchas maneras: puede permanecer aislada, deprimida, sintiéndose impotente o puede buscar ayuda en su entorno, denunciar al agresor o marcharse de casa.

III FASE. Arrepentimiento y Comportamiento Cariñoso.

Se caracteriza por un comportamiento extremadamente cariñoso, amable y de arrepentimiento por parte del agresor.  Generalmente se muestra arrepentido, suplica perdón y promete que no lo hará nunca más; trata de convencerla de que puede controlarse. Puede utilizar a otros/as miembros/as de la familia para convencerla y cambia (engañosamente) su comportamiento: le da regalos, le "ayuda" en la labores de la casa, la lleva a pasear, etc. Tras la explosión violenta, esta demostración de falso amor confunde a la víctima. Es aquí donde se cierra el proceso de estructuración de la victimización de la mujer. La tensión disminuye a sus mínimos niveles. Los valores tradicionales que las mujeres han interiorizado en su socialización con respecto a su rol en el matrimonio operan, en este momento, como reforzadores de la presión para que mantenga su matrimonio.

Después de la III Fase, la primera vuelve a aparecer, ya que son falsas promesas de cambio que comienzan con un "si tú no hubieses hecho/dicho/hablado con/etc", cerrando así el círculo, que cada vez se estrecha más.

Como hemos visto, la relación va pasando por fases en las que, en un primer momento, el comportamiento del agresor es fácilmente justificable y la víctima trata de evitar las confrontaciones, cargando con la responsabilidad de los sentimientos y actuaciones de él. En la segunda fase, que entraña el peligro real de un asesinato, es común que la víctima acuda en busca de ayuda para terminar la relación; desgraciadamente, esa ayuda puede no materializarse e incluso puede ocurrir que el entorno llegue a apoyar al agresor. Por último, el maltratador se convierte, de pronto, en una persona atenta, cariñosa y considerada, y manipula a la víctima haciéndola creer que no volverá a agredirla, incluso amenaza con suicidarse como "muestra de su arrepentimiento". La víctima se aferra a esa ilusión, generalmente reforzada por el entorno y las ideas tradicionales sobre las relaciones románticas. Debemos recordar que en la Violencia de Género el agresor no es un desconocido, sino el marido, la pareja, esa persona con la que se convive y que en muchos casos es además el padre de los niños y niñas. El miedo, la culpa, la ansiedad, la falta de apoyo, la sensación de desamparo o el miedo a no tener recursos empujan a la víctima a permanecer junto al agresor y a confiar en que realmente la agresión ha sido un hecho puntual que no se repetirá.

Por ello, debemos olvidar el discurso imperante que culpabiliza a la víctima y apoyarla entendiendo la gravedad de la situación.

 

MITOS SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO. II. LA VIOLENCIA DE GÉNERO SÓLO SE DA EN FAMILIAS CON PROBLEMAS


La violencia contra las mujeres se intenta racionalizar, vinculándola sin evidencia alguna al alcoholismo, adicciones, celos, marginación, enfermedad mental y otros factores que, aunque pueden actuar como condicionante o como agravante de las consecuencias de la violencia machista, no convierten a los hombres en agresores.

Los mitos que muestran a mujeres eligiendo ser maltratadas o disfrutando de la violencia que padecen, nos hacen tener una predisposición negativa ante ellas, provocando en la sociedad un efecto ofensivo, no sólo para las víctimas de la violencia de género sino para todas las mujeres, ya que obvia la complejidad de la problemática, así como la socialización y estructura patriarcal en la que todas y todos hemos crecido. Con todo esto, nos encontramos con un sentimiento general de tolerancia hacia la violencia de género y reconocer y transformar estas actitudes es esencial para erradicarla.

Hoy comenzamos con el mito: “La Violencia de Género sólo se da en familias con problemas”.

Ya entendamos estos problemas como una mala situación socio-económica, laboral, de salud, ya sea física o mental, o con problemas de adicciones, es un error achacar a esto el hecho de que los maltratadores lo sean.

En primer lugar, el intentar justificar estos comportamientos a través de circunstancias problemáticas de carácter transitorio resulta ilógico: en ese caso, la violencia cesaría cuando esta problemática se solucionara, pero las conductas de abuso y maltrato a la mujer continúan.

En segundo, en situaciones de estrés o bajo el consumo de ciertas sustancias, es posible estar más irascible y resolver los posibles conflictos de manera inadecuada, cercana a la violencia. Pero en tal caso, estas conductas violentas no se dirigirían solo contra la pareja, si no que sería una tónica general en sus relaciones sociales. El llevarse a cabo solo contra la pareja, tiene sus raíces en el sentimiento de posesión y exclusividad que tienen los maltratadores hacia sus parejas, en la relación de poder que tienen sobre ellas.

Y por supuesto, de ninguna manera una situación de estrés o de consumo justifica ninguna agresión, ya sea contra nuestra pareja o contra cualquier otra persona. Y si hay un problema de autocontrol, es el propio sujeto el que debe hacerse cargo de él y no perjudicar a terceras personas.

Por todo esto, es muy necesario desmontar esta idea tan anclada en nuestras cabezas del maltratador machista como un monstruo, enfermo, adicto y marginado totalmente ajeno a nuestra cotidianidad. Idea que, desgraciadamente, los medios de comunicación refuerzan habitualmente en el tratamiento que hacen de los casos de terrorismo machista, en el que se intentan justificar los actos del agresor, basándolos en causas ajenas y externas a él, y en demasiadas ocasiones llegando a la culpabilización de la víctima.

Porque los terroristas machistas son lobos con piel de cordero; muchos de ellos son hombres que no son violentos en su medio social o laboral, tienen una buena imagen y gozan de admiración y respeto. Pero que se convierten en la peor pesadilla de sus compañeras al llegar a ese lugar que tomamos como seguro llamado hogar.

Porque no nos morimos, nos matan.

Porque no son enfermos ni adictos, son hijos sanos del patriarcado.

Porque somos muchas, somos tantas, somos todas las mujeres.
 
Y vamos a gritar bien fuerte: ¡No al terrorismo machista! ¡Nos queremos vivas!

 

MITOS SOBRE LA VIOLENCIA DE GÉNERO. 1. DEFINICIÓN.


Cuando hablamos de Violencia de Género, nos referimos a toda violencia física, psíquica, sexual o económica contra la mujer que sirve para reafirmar la superioridad masculina sobre la femenina y que se lleva a cabo para mantener el control y la subordinación de la mujer al hombre.
 
La violencia la sufren muchas mujeres, en nuestro país y en el resto del mundo. Ocurre en todos los grupos sociales, sin distinción de edad, clase social, religión o raza.

El maltratador tiene fuertemente interiorizados los valores tradicionales de la superioridad masculina: una idea rígida, estereotipada y sexista de la masculinidad y la feminidad (el hombre es el que manda y si eres su pareja, “le perteneces”). Es un comportamiento para dominar o infundir temor y es un intento de sentirse superior en el único ámbito donde cree que puede ejercer el poder con impunidad: El hombre trata de “educar” y “corregir” para que se cumpla el papel que él cree que debe tener una buena mujer/una buena novia.

 No es “violencia doméstica” ni “violencia intrafamiliar”. Es un problema específico y de mucha gravedad. Como dato para entender el alcance de esta violencia, recordamos que las mujeres entre 15 y 44 años tienen una mayor probabilidad de ser mutiladas o asesinadas por hombres que de morir de cáncer, malaria, accidentes de tráfico o guerra combinados.

miércoles, 1 de junio de 2016

Tópico 9. Las mujeres son unas cotorras.


Qué ingenioso, creativo y desternillante está el gremio hostelero últimamente. Y avispado, sí. No se les escapa una. Su concienzudo análisis de la realidad les ha llevado a un conocimiento cuasi científico de la realidad femenina. Y estas son sus conclusiones.

La mujer es una cotorra, no se calla jamás, y por eso habla a todas horas. En caso de querer salir, lo hará porque teme que la factura del móvil se desorbite y por eso decide continuar hablando sin gastar dinero.  Por si acaso no os había quedado claro, las mujeres no nos callamos ni meando, por eso vamos juntas al baño. Frente a la contención y el saber estar masculino, las deslenguadas mujeres presentan una verborrea descontrolada y apabullante, que puede llegar a resultar molesta para el racional cerebro masculino.

Estas revelaciones, de inestimable valor sociológico, no podían ser ocultadas por más tiempo, y no han faltado aliados de la cultura que, en aras de iluminar con su sapiencia al común de los mortales, utilizando además un tono cómico y desenfadado del que lxs divulgadores científicos deberían tomar nota, han ilustrado las puertas de sus baños con unos sublimes carteles, muestra del humor más refinado y exquisito:


Nosotras también hemos sacado nuestras conclusiones. La primera, que las simplificaciones absurdas no solo tienden a no ser graciosas, sino que son peligrosas. Fomentar ideas como que las mujeres son más habladoras y los hombres más reservados es ignorar que las personas somos personas y como tales, trascendemos los roles y esquemas del género. Es asumir que las mujeres somos menos racionales y más impulsivas y reproducir así la idea de que las mujeres son más tontas que los hombres. Es negar que los hombres también pueden ser expresivos y habladores. Es, en fin, perpetuar estereotipos perniciosos y simplistas.

Claro, que a lo mejor nos estamos precipitando y resulta que nuestros queridos amigos han optado realmente por el criterio de la charlatanería para segregar el acceso a los baños de sus locales, adaptando la brillante idea del vagón del silencio del tren a sus propios establecimientos, asegurando así a la clientela una inmejorable experiencia excretora.

En cualquier caso, y dadas las implicaciones machistas de esta burda gracieta, os invitamos a buscar alternativas menos sexistas y más inclusivas.

                                                                                                                          

 

 

 

 

domingo, 1 de mayo de 2016

1 MAYO. DÍA DE LA CLASE OBRERA, DÍA DE LXS TRABAJADORXS


Las mujeres han jugado un papel decisivo en las reivindicaciones obreras a lo largo de la historia. En este primero de mayo, queremos recordar a todas las hermanas que arriesgaron su vida en la lucha por unas condiciones de trabajo dignas para toda la clase trabajadora. Ellas iniciaron el camino que hemos de seguir, el de la lucha por la emancipación y por la igualdad, y no podemos permitir que su figura caiga en el olvido, enterrada por el androcentrismo.

Conocemos bien las dificultades a las que las mujeres se tienen que enfrentar en sus puestos de trabajo en comparación con sus compañeros varones: una brecha salarial que implica que las mujeres perciban de media en torno a un 23 %  menos que los hombres, mayor temporalidad, mayor precariedad, mayor parcialidad no deseada y mayores tasas de desempleo.

A estas dificultades, hay que sumar la carga que supone la jornada de trabajo en el hogar que tienen que afrontar quienes son trabajadoras asalariadas y se ocupan paralelamente de las labores domésticas y de cuidados. Cuidar, cocinar, limpiar, fregar, barrer, ordenar, lavar, tender, planchar o gestionar la economía familiar también es trabajar.

En este primero de mayo, queremos reivindicar que el trabajo es una noción amplia que trasciende el significado del término “empleo” y que incluye todas aquellas actividades de producción y de reproducción que se desarrollan en el seno de una sociedad. Históricamente, la división sexual del trabajo nos ha condenado a la explotación sin remuneración, a la dependencia del varón y nos ha relegado al ámbito del hogar. Con la incorporación de las mujeres al trabajo asalariado, esto no se ha resuelto, sino que nos hemos visto abocadas a lidiar con dobles y triples jornadas laborales.

Queremos visibilizar todo el trabajo no remunerado y apenas reconocido que realizamos las mujeres en el ámbito del hogar. El trabajo de cuidados, “mano invisible de la vida cotidiana”, es un trabajo gratuito, en condiciones de explotación, sin horarios, sin vacaciones y sin seguros sociales sin el cual el capitalismo difícilmente podría sostenerse.

Exigimos que la gestión de los cuidados sea una cuestión de responsabilidad social y política que no quede circunscrita únicamente al ámbito del hogar, como cuestión privada atribuida a las mujeres, sino que implique a la sociedad en su conjunto.

Porque nuestros cuerpos y nuestras vidas merecen una economía donde el bienestar se ponga por delante de los beneficios. Porque apostamos por una lógica del sostenimiento de la vida por encima de la lógica capitalista. Porque no queremos un 1º de mayo anclado en visiones productivistas y porque apostamos por unas vidas que merezcan la pena ser vividas.
 ¡Por un 1 de mayo feminista!



 

domingo, 14 de febrero de 2016

EL AMOR ROMÁNTICO MATA


            La idea sobre el amor romántico nace de la perspectiva en la que las personas han alcanzado una gran felicidad y satisfacción gracias a estar con una pareja que hace posible aquellas expectativas que se han establecido de manera personal y que alimentan una construcción de la relación idílica, lo cual es muy peligroso ya que este sentimiento idealiza a la persona con la que se mantiene la relación.
            Pero, ¿por qué o en qué momento en nuestro ideario se crea un prototipo de relación ideal? Desde pequeños/as los diferentes medios de comunicación (televisión, cine, teatro, publicidad, literatura, etc.) junto con las instituciones que nos rodean (familia, religión y Estado) nos han redirigido la manera de concebir las relaciones afectivas favoreciendo aquellos tópicos asociados al amor romántico, los cuales se terminan interiorizando de manera inconsciente y que van a influir en nuestras creencias y actos a la hora de mantener una relación. De esta manera, se establece lo que es aceptable, normal y deseable en las relaciones de pareja; la contrapartida es que se crean unas expectativas irreales y se inculca un prototipo de relación. Pongamos algunas de estas ideas básicas sobre los mitos del amor romántico sobre la mesa para intentar reconocerlas:
-      Entregarse de manera incondicional a la otra persona, haciendo de ésta la persona fundamental y única de la existencia porque es “el amor de nuestra vida”. Es la idea del “amor predestinado” y el mito de la “media naranja”, como si fuera necesario el amor de pareja para sentirse completo/a en la vida. En este punto se distorsionan nuestras funciones cognitivas, de tal manera que cuando una persona está enamorada de otra es porque existe una “química especial” que produce el “enamoramiento” y está dirigida únicamente hacia esa persona en concreto. Lo que lleva a creer que sólo existe un amor “verdadero” en la vida, de tal manera que si se deja pasar jamás se volverá a encontrar. Y por su puesto, ¡cómo no! Si es para toda la vida qué mínimo que la pasión perdure eternamente, una pasión que defiende que el amor romántico y pasional de los primeros meses puede y debe perdurar tras años de relación. Y no debemos olvidar que el amor y el enamoramiento no son equivalentes, que el tiempo y la evolución personal hacen cambiar el amor.
-      Perdonar y justificar todo en nombre del amor: “el amor todo lo puede”. Como si todos los conflictos que puedan ocurrir en la primera fase de la relación fueran propios del proceso de adaptación de la pareja. Esta creencia puede llevar a aceptar y tolerar comportamientos de la pareja claramente ofensivos desde el convencimiento de que los cambiará “porque te ama”. Su aceptación puede generar dificultades al usarse como excusa para no modificar determinados comportamientos o mal interpretar conflictos de pareja, pudiendo desembocar en la utilización de argumentos basados en el chantaje para manipular la voluntad de la pareja imponiendo criterios propios, una muy buena es la de: “si no me perdonas, es que no me amas de verdad”. ¡OJO! Esta creencia puede justificar cualquier tipo de maltrato, amar no es sinónimo de sufrimiento y tampoco es compatible a agresiones de cualquier tipo. Porque por amor no va a cambiar y tú tampoco vas a poder hacer cambiar, es muy habitual el síndrome de juguete roto entre las mujeres. Y jamás debemos caer en la trampa de que los polos opuestos se atraen porque es mentira. La realidad demuestra que cuantas más cosas se tienen en común, mejor se entienden las parejas.
-      “El amor es lo más importante y requiere entrega total”. Como si sólo se pudiese ser feliz si se tiene pareja y dar esa felicidad al otro/a. Esto, en muchas ocasiones lleva a dar una entrega total que puede conducir al olvido de la propia vida e identidad, dependencia de la otra persona y plena adaptación a ella, postergando y sacrificando lo propio sin esperar reciprocidad ni gratitud, es decir, sacrificar el 'yo' para identificarse con el otro/a. Y mucho cuidado con creer que si se ama se debe renunciar a la intimidad, los secretos pueden existir y la pareja no tiene porqué saber todo sobre la otra parte.
-      “El amor implica exclusividad”, vamos, que no puedes sentir atracción por otras personas, y si pasa esto es que no se quiere realmente a la pareja (exclusividad y fidelidad como pruebas de amor). ¡Eso si! Sin olvidarnos de que esa fidelidad y esa exclusividad tiene juicios diferentes para hombres y para mujeres, lo que demuestra un mito realmente sexista. Además, en base a esta exclusividad, se tiende a pensar que los celos son muestra de amor. De verdad, nada de esto va a conducir a una unión estable, los celos son destructivos tanto en la pareja como a nivel personal.
-      Si la otra persona me ama, sabrá qué me pasa cuando me siento triste, enfadado/a... sin tener que preguntármelo, vamos, como si la telepatía fuera un medio de comunicación.
            A menudo, siguiendo estas ideas sobre el amor romántico, las mujeres nos volvemos reticentes a aceptar que la relación de pareja no es satisfactoria. Además, tampoco se identifican esos comportamientos de la pareja como abusos. Por ese motivo, si hace falta, en nombre del amor se debe soportar este abuso: humillaciones, insultos, chantajes, faltas de respeto, limitaciones de la libertad, imposiciones... Por otro lado, también hay un componente de seguridad que perciben en sus parejas y que no podrían encontrar en otro lugar. Mientras, los hombres utilizan este modelo de amor romántico como medio de control y dominio sobre las mujeres, sean o no conscientes de ello. Así, se refuerza el mecanismo de sumisión, la dependencia mutua y la desigualdad dentro de nuestra relación de pareja.
            Llegados a este punto es relevante señalar que el adjetivo mito tiene un carácter irreal, idílico. No va a ocurrir, así que no esperéis ese tipo de amor porque sólo conduce a la frustración y a la sensación de fracaso. Pero eso no significa que el amor no exista, tan solo es que no es cómo nos lo han contado.
            En muchas de las historias de amor de la literatura, el cine, la televisión..., se percibe una exaltación por las desgracias, los amores imposibles y una idealización del amor y de la persona estimada. Pero el amor basado en el respeto por la individualidad del otro/a, en el conocimiento y la aceptación real de esa persona, en el enriquecimiento mutuo y la capacidad de resolver problemas, no es novelesco. El amor “feliz” de la tranquilidad cotidiana y el afecto sostenido no tiene historia y al ser invisible no se hace tan deseoso como “la pareja tempestuosa”.
            Aún así, es normal que dentro de una relación de pareja se produzcan conflictos, lo importante es tener una perspectiva positiva respecto a él, ser asertivo/a, es decir, intentando ser sensibles y justos/as con las personas con quien se tiene el problema, pero también debemos ser firmes en hacer valer nuestras necesidades buscando soluciones.
            Por lo que debemos tener en cuenta que las relaciones positivas son las que nos hacen sentir bien y nos ayudan a vivir y a crecer como personas. Si una relación de manera reiterada nos hace sentir mal, nuestro consejo es abandonarla.